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Cuento de Navidad (adaptado para Radioaficionados)

Papa Noel Radioaficionado

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Escúchalo en el episodio 43 del Podcast

24 de diciembre. 13.00 UTC. Francisco seguía apostado tras la puerta de su casa esperando al repartidor. Hacía dos días que había hecho el pedido de su enésimo transceptor a través de internet en la tienda online dónde lo encontró al mejor precio. Estaba impaciente. Nervioso.

Casi no había dormido refrescando la página de seguimiento del pedido y el paquete con su nuevo ICOM 7851 aparecía ya como “En reparto”.

No podía más. De repente, el zumbido del telefonillo le obligó a dejar de morderse las uñas para atender a la voz que le hablaba a través del auricular:

  • ¿Francisco Fuentes Giráldez? Le traigo un paquete de…
  • Si, si, ya lo se. Sube corriendo que llevo todo el día esperando. Ah, el ascensor no funciona.
  • ¿Cómo? Pero es el séptimo piso! Y este paquete hay que subirlo en carretilla. Debe de pesar 20 kilos!
  • ¡Pues te aguantas, que para eso cobras! ¡Date prisa!

El ñeeeeec en la puerta sonó como un gruñido y dejó paso al maltrecho mensajero. ¡Que menuda mañanita llevaba repartiendo paquetes urgentes para antes de Navidad!

12 minutos después se encontraba frente a la puerta de Francisco. Al abrirse, pudo ver a través de sus ojos impregnados en sudor por el esfuerzo, la silueta, vestido con un elegante batín, de quien le hizo subir, cargado, siete pisos sin ascensor.

  • Francisco Fuentes, supongo.
  • Si, claro, no voy a ser Papa Noél. ¿Ese es mi paquete? – Dijo clavando sus ojos en el enorme bulto frente a él.
  • Si, es este. Firme aquí…
  • ¿Cómo que firme aquí? Éntralo hasta mi cuarto de radio o pongo una queja a tu empresa…

El transportista se mordió el labio inferior. No podía permitir una mancha en su expediente. En los últimos meses las constantes bronquitis de su hijo pequeño le habían obligado a faltar varios días al trabajo. Una queja podría significar que le obligaran a firmar el finiquito.

Sopló y entró, cargado con los 20 kilos de radio que empezaban a hacerle odiar al mismísimo Marconi.

El trámite fue rápido. Dejar el paquete sobre la mesa del Shaq y prácticamente ser empujado por Francisco hasta la puerta, dando un portazo a su paso, mientras podía escuchar desde dentro:

  • Y a ver si la próxima vez que me traigas un paquete no me haces sufrir tanto…

La enorme pantalla de su nuevo equipo, el número 31 en su cuarto de radio, le hacía brillar los ojos con una excitación especial. Desde que lo expulsaron de su último radio club debido a sus constantes salidas de tono con los compañeros en salidas a activaciones, su único contacto con otros compañeros era a través de la radio. Le encantaba apretar PTT mientras algún compañero en QRP intentaba hacer un contacto con alguna actividad. Cada vez que escuchaba como el corresponsal, finalmente, dejaba de intentar el contacto debido a sus portadoras, una sonrisa se dibujaba en su cara.

De repente, entre el QRM una señal llamó su atención…

  • EB9JMZ para EA1ZPP. QTC importante para EA1ZPP.

Era su indicativo. Le llamaba a él. Y podía casi reconocer su voz. Se quedó helado. Mario, su compañero con apenas 14 años, con el que se inició en la banda ciudadana y que un fatídico fin de semana de hacía casi 20 años dejó su vida en la carretera tras una larga noche de excesos de todo tipo.

  • Mario? Eeees imposible… ¿Eres tu?
  • Si Francisco. Soy yo, tengo un mensaje importante. Estoy sufriendo por ti Francisco…nada bueno te espera. ¿Qué te pasa? Tu no eras así. ¿Recuerdas que fuiste tu quien me regaló la Lincoln con la que empecé a hacer radio? ¿Por qué te comportas así con la gente?
  • ¡Cállate! No necesito a nadie. Soy mucho mejor que todos esos idiotas que se piensan que por tener un equipito y una antenita ya son radioaficionados. Un radioaficionado se mide por la distancia de sus DX y por la potencia de su señal. ¡Qué nadie module por encima de él! Así soy yo. Y a quien no le guste que se vaya al infierno.
  • Francisco…esta noche recibirás 3 llamadas. Una en 80m, otra en 20m y, por último, una imagen en VHF, en SSTV. Te pido, por favor, que las atiendas…

Francisco apagó el equipo. No quería escuchar más. Aquello era una locura. Mario estaba muerto, y estaba juzgando su forma de actuar de los último 20 años. ¿De que iba todo aquello? Todavía tembloroso se dirigió a la cocina a prepararse algo de cenar. Era nochebuena, pero para Francisco, que cenaría frente a sus equipos buscando algún DX que arruinar con sus interferencias, podía ser cualquiera de las 364 noches restantes del año.

A las 12 y 3 minutos, recorriendo la banda de 80m pudo escuchar una señal inquietante. Parecía un modo digital, pero no podía reconocerlo. Además, aquella no era una frecuencia asignada a digitales. Tras el agudo sonido, escuchó:

  • EA1ZPP, soy el fantasma de la radio pasada. No apagues el equipo. No puedes huir de tu pasado…

De repente, Francisco se vio en el interior de un coche, con Mario, charlando con otros compañeros a través de su vieja Galaxy. Todo eran risas, bromas… ¡Qué buenos tiempos! ¿Por qué tubo que irse Mario? Juntos eran un equipo. Y se quedó solo…le dejó sólo…

Verticaladas, bigotadas, cristalitos…era una época que había decidido borrar de su memoria. Pero ahora la tenía frente a él. Y casi podía sentir algo parecido a una angina de pecho…ah, no, era un poco de felicidad.

Al instante volvía a estar frente a la mesa de su cuarto de radio. El Icom 7851 seguía encendido, en la banda de 80m, pero no se escuchaba más que ruido. En ese momento, como si una mano invisible lo operase (a punto estuve de preguntar al aire “¿Tienes licencia para operar?”) el equipo cambió a la banda de 20m y una nueva voz surgió del altavoz…

  • EA1ZPP, soy el fantasma de la radio presente. ¿Me escuchas? Se que si. Quiero que escuches algo…

Y en ese momento escuchó una rueda en 20m. Conocía las voces… ¡Sus compañeros del radio club! Vamos, sus antiguos compañeros…

  • EA1LKU, todos, EA1KKY, vale, si claro José, ha sido una tarde fantástica. Lo hemos pasado genial. Acabo de llegar a casa. Un gustazo veros a todos antes de nochebuena. Venga, le toca a Carlos creo, EA1TWW, todos, EA1KKY
  • EA1KKY, grupo, EA1TWW Pues si, una tarde genial. Buenísimos los turrones que has traído Gustavo. Y entre copa y copa haber podido felicitar a N1ISS ya ha sido la guinda. Un placer compartir radio y alegrías con vosotros. Venga, nada más, feliz navidad a todos. EA1LKU, todos, EA1TWW.

Francisco empezó a darse cuenta de lo sólo que estaba. Se pasaba las horas escuchando voces, pero estaba solo. Hasta ese momento ni le importaba. Pero escuchar tanta alegría, tanto compañerismo, tanto buen rollo, había empezado a hacer mella en su coraza.

Allí estaba. Rodeado de equipos, rotores, lineales… pero ninguno de ellos iba a brindar con él en aquella nochebuena.

De repente, el portátil iluminó su pantalla. Podía ver abierto y preparado para recepción el MMSTV. Y de repente, tramas de televisión de barrido lento empezaron a sonar en el aire y una imagen, línea a línea, empezó a aparecer…

Ya en la parte superior podía leerse: “Fantasma de la radio futura”.

Las tramas, acompañadas de un sonido repetitivo, iban conformando una imagen dónde Francisco iba reconociendo algunos de sus equipos. Si Icom IC-7300 que ya ni encendía, el Collins que prácticamente utilizaba como pisapapeles porque llevaba sin calentar su válvula desde 5 años atrás… Todos sus equipos fueron apareciendo en la pantalla. ¿Pero dónde estaban? No era su cuarto… No, ¡era un merca ham! ¡Sus equipos estaban a la venta en un mercadillo de radioaficionados!

Al cargarse las últimas tramas pudo leer el cartel que había en la mesa: “Venta por SK”. Detrás de la mesa pudo reconocer el rostro de su hermano Roberto, también radioaficionado como él, con el que hacía ya 10 años que no tenía contacto. Desde aquella discusión en la que lo humilló, a él y a su mujer, y que ni siquiera era capaz de recordar el motivo.

Antes de terminar la recepción de la imagen, una fecha en la parte baja…Una fecha que correspondía a mayo del siguiente año…

Francisco no pudo contener las lágrimas. Ni siquiera era capaz de ver la imagen, con los ojos totalmente inundados. El nudo en su garganta le hacía casi imposible tragar saliva y un dolor en el pecho le impedía respirar.

Ese era su triste final. Nada. Nadie. Sólo. Y ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía toda su vida más allá de crearse enemigos, acaparar equipos y humillar a todo aquel que a propósito o por casualidad se acercaba a él?

Puso sus manos, húmedas por las lágrimas, sobre su teléfono y buscó el contacto de su hermano.

“Roberto, feliz navidad. Lo siento.” Fue todo lo que necesito escribir antes de pulsar a Enviar.

Aprovechó también, antes de quedarse dormido, para entrar en el grupo de Telegram de su antiguo radio club, que era público, y escribir un “Feliz Navidad a todos. Espero que podáis perdonarme”… Sus ojos se cerraron, agotados, sobre la mesa de su cuarto de radio, después de todas las emociones vividas aquella noche.

Los primeros rayos de sol del día de navidad entraban por la ventana y golpeaban la cara de Francisco, sacándole así de un profundo sueño. ¿Qué había pasado? ¿Por qué sentía aquella tristeza, aquella soledad?

Se dirigió a la cocina a prepararse un café de buenos días cuando, al pasar frente a la puerta, sonó el telefonillo. Contestó.

  • Francisco, somos José, Carlo y Gustavo, del Radio club. Hemos salido a desayunar para celebrar la navidad y hemos pensado que, tal vez, te gustaría venir con nosotros. ¿Te apuntas?
  • ¿Co,co, cómo? ¿En serio? ¡Claro! Dadme 5 minutos. Me visto, cojo el Walkie y bajo!

Francisco no podía creerlo. Allí estaban sus antiguos compañeros. Sólo había sido necesario un mensaje y un lo siento para que todo volviese a iluminarse en su vida. Por el momento iba a volver a charlar con alguien en VHF ¡Pero charlar de verdad!

Al llegar al portal, sus compañeros, tras algún que otro estirón de orejas que Francisco aceptó con resignación, le dieron un abrazo y, entre risas, Carlos aseguró: “Francisco ha vuelto a la radio, a la de verdad, a la radio con mayúsculas, a la radio con corazón”. Y todos, incluido Francisco, estallaron en una sonora carcajada.

Hacía muchos años, muchísimos, que Francisco no se sentía tan bien. A través del Walkie podía escuchar los saludos de otros compañeros que le daban de nuevo la bienvenida a la frecuencia del repetidor. Ahora si, sin portadoras.

Creía que no podía ser más feliz. Pero su teléfono vibró en su bolsillo. Encendió la pantalla y pudo ver un mensaje, de su hermano, que decía:

  • “Francisco, todo olvidado. Clara y yo estaríamos encantados si vinieses a comer a casa hoy día de Navidad”
  • “Allí estaré. Un abrazo” fue todo lo que consiguió escribir.

Realmente sentía que la última noche había cambiado su vida. Que aquella navidad había llegado para que su mundo y el de los que le rodeaban cambiase, y cambiase para mejor.

No volvería a pasar una navidad solo nunca más. No volvería a poner zancadillas, que no llevan a nada más que a caer uno mismo una y otra vez, nunca más.

Volvería a hacer la radio que tanto disfrutaba con su amigo Mario otra vez, rodeado de amigos.

El espíritu de la navidad, ayudado también por sus fantasmas, se había propagado por su corazón y le había devuelto, para no perderla nunca más, la vida.

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